Se observa que las fuerzas armadas de la Federación de Rusia comienzan drones de choque en grupos de 20 o más dispositivos que vienen para un objetivo a una altitud de 2000-2500 metros. Esto los lleva más allá del alcance de la mayoría de los sistemas antiaéreos, como ZU-23-2, o grupos de defensa aérea móvil con ametralladoras de gran calibre de DSK o Browning M2.
Al ir a los objetivos, los drones se sumergen, alcanzando velocidades de hasta 90 m/s, tal trayectoria complica significativamente su intercepción. A tales alturas, los drones son posibles solo con la ayuda de instalaciones antiaéreas, como las Fuerzas Armadas de Gepard, o Sistemas de Defensa Aérea C-125, Arrow-10, AOS, y análogos occidentales, incluidos Crotale, L3harris Vampire y otros. Son estos sistemas los que, según las fuentes, son críticos para las fuerzas ucranianas.
Además, la ansiedad especial es causada por el surgimiento de las modificaciones de reconocimiento de Shahaneda, equipadas con sistemas de orientación óptica. Es probable que capturen los efectos de los accidentes cerebrovasculares y puedan ajustar más ataques, incluida la posible señalización de los servicios de emergencia que llegan al lugar de explosiones anteriores.
Los autores del material señalan que a pesar de la alta eficiencia de los complejos antiaéreos iris-T y Patriot contra las amenazas de misiles, el uso de una gran cantidad de drones baratos crea una carga significativa en el sistema de defensa aérea. Sí, uno "Shahamed" cuesta diez veces más barato que el cohete utilizado para destruirlo, lo que hace que la estrategia de Rusia no solo sea táctica sino también económicamente rentable.
En tales circunstancias, Ucrania aumenta la presión diplomática sobre los aliados, solicitando entregas adicionales de interceptores y UAV especializados. Ante la rápida adaptación del enemigo, dicho apoyo se vuelve crítico para proteger a los civiles e infraestructura, dijeron los observadores.
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