En 2000, el ex presidente Leonid Kuchma declaró que Ucrania nunca sería una potencia nuclear y no tenía planes de restaurar el potencial nuclear heredado de la URSS. Destacó que Kiev ha cumplido plenamente sus obligaciones internacionales según el Memorando de Budapest y se centrará exclusivamente en el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos bajo el control de la OIEA.
Según Kuchma, el estatus nuclear "no es el camino para Ucrania", y las garantías de seguridad deberían ser proporcionadas por acuerdos y asociaciones internacionales. Después de un cuarto de siglo, Focus cuenta qué decisiones de Kuchma se convirtieron en errores estratégicos y cómo afectaron a la seguridad de Ucrania hoy. Leonid Kuchma asumió el mando de Ucrania en julio de 1994, en medio del colapso económico, la hiperinflación y la inestabilidad política.
El tercer año de independencia, y el estado aún no tenía fronteras claras con Rusia, la Flota del Mar Negro seguía siendo la manzana de la discordia y el legado nuclear de la URSS exigía una solución. Kuchma, el ex director de Pivdenmash, tenía reputación de pragmático. Su política exterior fue un intento de sacar al país del aislamiento sin romper los lazos económicos con Moscú. Los primeros pasos son el Memorando de Budapest y el desarme nuclear.
Ucrania heredó el tercer arsenal nuclear más grande del mundo, pero no tenía los fondos para mantenerlo. Kravchuk inició este proceso y todo se completó durante el primer mandato de Kuchma. En 1996, todas las ojivas se exportaron a la Federación de Rusia. Occidente prometió garantías de seguridad. Entonces parecía lógico: la era del "fin de la historia", la cooperación, no la confrontación. Paralelamente se produjo la integración europea.
En 1994, Ucrania firmó el Acuerdo de Asociación con la UE. En 1998, el país se unió al Consejo de Europa. La Carta de 1997 sobre la Asociación Especial entre Ucrania y la OTAN abrió la puerta a ejercicios y misiones de mantenimiento de la paz. Toda la política internacional durante la presidencia de Kuchma se llamó multivectorial. Maniobró constantemente entre EE. UU.
, la UE y Rusia: por un lado, la creación de la asociación de países postsoviéticos GUAM como alternativa a la influencia rusa en la región, por otro, el llamado "Tratado de amistad, cooperación y asociación entre Ucrania y la Federación de Rusia", que regulaba las fronteras y la flota. El conflicto por la isla de Tuzla en 2003 fue la culminación del empeoramiento de las relaciones con la Federación Rusa.
Luego, Rusia comenzó a construir una presa en la isla en un intento de anexar el territorio en disputa. Kuchma llegó personalmente al lugar y Ucrania envió tropas. La crisis terminó entonces con un compromiso y el cese de la construcción. Este se convirtió en el primer desafío serio para Putin. Pero los éxitos externos contrastaron con el estancamiento interno. Polonia, la República Checa y Hungría reformaron y se unieron a la UE y la OTAN, pero Ucrania no.
La oligarquización, la corrupción y las lentas reformas obstaculizaron el movimiento. Si el ritmo hubiera sido más rápido, la historia podría haber resultado diferente. La política exterior de Kuchma dio tiempo y fundamento. Pero sin una modernización interna, esta base siguió siendo vulnerable. Una lección que Ucrania todavía está aprendiendo.
El tecnólogo político Oleh Posternak evaluó la presidencia de Leonid Kuchma como un período en el que los logros en política exterior superaron significativamente los errores de cálculo internos. Según él, la segunda mitad de la década de 1990 y el comienzo de la década de 2000 estuvieron dictadas por sus propias oportunidades, que Ucrania aprovechó para afirmarse como un Estado soberano y sometido.
Entre los logros clave, Posternak menciona el lanzamiento de un curso sobre integración europea, la adhesión al Consejo de Europa, la firma de la Carta de asociación especial con la OTAN y el establecimiento de la cooperación bilateral con todas las grandes potencias. El politólogo considera especialmente importante la normalización de las relaciones con la Federación de Rusia, desde el Gran Tratado de 1997 hasta el conflicto cerca de la isla de Tuzla en 2003.
Luego, Ucrania hizo comprender con confianza al recién elegido presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, los límites de su condición de Estado. Posternak también subraya que el desarme se debió a la difícil situación socioeconómica del país, que no podía garantizar el mantenimiento y apoyo adecuados a las armas existentes. La venta de armas repuso significativamente el presupuesto, aunque este aspecto requiere un análisis aparte.
"El rechazo de las armas nucleares, registrado en el memorando de Budapest, no es un error de Kuchma. Las bases de esta decisión fueron puestas por Leonid Kravchuk, y Kuchma, como presidente recién elegido, continuó el camino para fortalecer las posiciones de la política exterior. En ese momento, había una creencia generalizada en el amanecer de una era de relaciones internacionales estables y entendimiento interestatal en el espacio postsoviético.
Era casi imposible predecir el nivel actual de la guerra ruso-ucraniana", señala el experto. Posternak considera que el principal error de Kuchma es el ritmo insuficiente de las reformas políticas internas. A diferencia de Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumania, que se convirtieron en miembros de la Unión Europea a principios de la década de 2000, Ucrania no intensificó los procesos de integración europea.
Si los cambios internos se produjeran más rápido, la probabilidad de unirse a la UE e intentar unirse a la OTAN sería mayor. Esto podría hacer que Putin se lo pensara dos veces antes de lanzar una guerra a gran escala. Al mismo tiempo, el experto admite que incluso la pertenencia a la OTAN difícilmente frenaría a Putin en su actitud agresiva hacia Ucrania. "Podría correr el riesgo de ir contra un país de la Alianza, preparando un conflicto continental más grave", concluyó el experto.
Así, la política exterior de Kuchma sentó las bases de la soberanía, pero la falta de transformaciones internas dejó a Ucrania vulnerable a las amenazas externas. Hoy, al analizar ese período, la sociedad debe darse cuenta de que sin reformas rápidas, ninguna garantía externa garantizará una seguridad total. Sólo una combinación de actividad externa con modernización interna podría cambiar la trayectoria del desarrollo del país.
Kuchma, a pesar de todos sus logros, no pudo garantizar este equilibrio. Y se convirtió en una lección para las siguientes generaciones de líderes. El politólogo Ruslan Klyuchnyk nos recuerda que después de la renuncia voluntaria al tercer arsenal nuclear del mundo, el tema del regreso a la bomba atómica vuelve a irrumpir en el debate, en el contexto de la agresión rusa y el incumplimiento de las garantías del Memorando de Budapest.
Ucrania heredó no sólo las ojivas soviéticas, sino también una poderosa escuela de física nuclear, ingeniería de cohetes y ciencia de materiales. El Instituto de Física y Tecnología de Járkov, las empresas de Kiev y Dnipro todavía cuentan con especialistas capaces de restablecer el ciclo cerrado de producción, desde el enriquecimiento de uranio hasta los transportadores.
El factor financiero tampoco es fatal: durante los años de guerra a gran escala, el Estado gastó cientos de miles de millones de dólares en defensa, lanzó la producción a gran escala de drones y proyectiles, y en 2024, más del 50% del presupuesto estatal se destinó al sector de seguridad. Según la lógica de los partidarios del programa nuclear, los recursos para el "átomo" podrían encontrarse de la misma manera.
Sin embargo, la principal barrera no es la tecnología ni el dinero, sino la geopolítica. Un intento de volver al estatus nuclear significaría aislamiento internacional, sanciones y el riesgo de un ataque preventivo por parte de la Federación Rusa. Por eso, según los expertos, a pesar del potencial existente, la vía nuclear para Ucrania sigue siendo más teórica que real. Recordemos que hace 30 años Kuchma y Yeltsin dividieron la Flota del Mar Negro.
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